Por: Rosaura Ruiz y Bruno Velázquez
Inspirados bajo la luz de Adolfo Sánchez Vázquez, maestro querido, sabio poeta, admirable persona y filósofo de la praxis, recordaremos algunas de sus respuestas a la pregunta que ahora nos guía.
A lo largo de su obra, Sánchez Vázquez nos dice que ser de izquierda es estar por un modelo de desarrollo que responda a los intereses y necesidades de las mayorías, y, por ende, ir en contra de un sistema que favorezca al egoísmo de una minoría y a los intereses ajenos (ya sean gobiernos extranjeros o de transnacionales). Es oponerse a las relaciones desiguales y de dependencia entre las naciones y repudiar las prácticas hegemónicas y neocolonialistas de las potencias; estar por un desarrollo sustentable que no amenace la vida humana y planetaria, y por tanto, defender las reivindicaciones ecológicas. También, nos dice, ser de izquierda es combatir toda forma de discriminación, asumir y luchar por los derechos de todas las personas sin importar su género, raza, etnia, condición, creencias, orientación sexual o nacionalidad, pues la más mínima manifestación discriminatoria “deshonra al individuo, grupo social o poder que lo tolera o promueve”.
Ser de izquierda es hacer una política que no confunda ni separe los fines y los medios, que no se guíe por resultados inmediatos e insustanciales ni pierda de vista los valores y principios que le dan sentido en busca de dádivas y prebendas individuales o grupales. En suma, es hacer una política que sea congruente con sus ideales, que sea incorruptible y se sostenga sobre un profundo contenido moral.
Ser de izquierda requiere de escepticismo frente al dogmatismo y de una constante crítica y autocrítica. Significa ser crítico de los males sociales producidos por el sistema político-económico imperante, pero también de las deficiencias y debilidades propias; implica tener o sumarse a un proyecto a largo plazo de nación y sociedad, que tenga como fin el que desaparezcan las injusticias sociales; conlleva conocer la realidad y tener claras las posibilidades, las condiciones necesarias y los medios adecuados para transformarla; finalmente, para Sánchez Vázquez, ser de izquierda es tener una voluntad inquebrantable para realizar el proyecto de una sociedad más justa, solidaria, equitativa y libre.
No se puede ser de izquierda en teoría o de forma nominal, no se es de izquierda por pertenecer a un partido o grupo específico, o por el sólo hecho de conocer la realidad de los marginados. Pues ser de izquierda es, sobre todo, una praxis.
Parafraseando a Marx, la gran mayoría de los filósofos, políticos, intelectuales y líderes de opinión se limitan a interpretar y opinar sobre el mundo; cuando de lo que se trata es de transformarlo. Para Sánchez Vázquez, más que una posición, ser de izquierda es una práctica diaria y cotidiana, un hacer, es actuar conforme a lo que se sostiene en la palabra, el discurso o la teoría, ser congruente y practicar lo que se piensa y se dice. De lo que realmente se trata el ser de izquierda no es de posicionarse, sino de transformar al mundo.
Ojalá que los políticos que se dicen de izquierda se preocuparan más por llevar a la práctica su izquierdismo, y menos por su popularidad, su imagen mediática, los costos y beneficios particulares o de partido de un hacer u omitir, o de su posicionamiento antes y después de las elecciones en puerta.