Por: Francisco A. Tavárez V.
En nuestro país, la actividad política ha venido utilizándose como una vía expedita para la acumulación de riquezas por parte de un sector minoritario de la población, que viéndola de una forma distorsionada a su fin ético, la sostiene para la ruin y mezquina finalidad de perpetuar privilegios para sí mismo y sus acólitos, haciendo de ella el instrumento perfecto para eternizar la pobreza, la marginalidad y la miseria de amplios segmentos de nuestra población.
Teniendo esta triste realidad como telón de fondo del drama político nacional, que deviene por las injusticias e indelicadezas de los políticos tradicionales en un inmerecido estado de deterioro material y espiritual de nuestro pueblo, la corrupción y la resultante impunidad, se imponen como el tándem ideal con que cuentan estos perversos politiqueros para sustraerse a la responsabilidad de responder ante la sociedad por la extracción ilegal de recursos al presupuesto nacional, imponiendo con ello la indefención social y económica de muchos compatriotas.
Todo lo anterior encuentra una evidente complicidad en las actuaciones de los funcionarios judiciales, que en lugar de asumir responsablemente sus funciones haciendo un honorable servicio al país y al pueblo al que se deben, se empequeñecen ante la ruinosa vergüenza de darle aquiescencia a los malos actos que desde la administración del Estado y sus recursos, hacen los funcionarios públicos en los gobiernos de las principales formaciones políticas del país. No hay manera de vedar la constancia de que la política como actividad que busca mejorar las condiciones de vida de la gente a través de un manejo honesto, responsable y celoso de los recursos de la sociedad, se encuentra ante una crisis de envergadura considerable, toda vez que es utilizada no como un fin que busca subsanar desequilibrios sociales y económicos de los más necesitados, sino como un medio grosero de acumulación espuria de dinero para beneficio de partidos, fundaciones y patrimonios personales.
Sin embargo, no todo lo que ocurre en nuestro país en la actualidad merece el pesimismo más intransigente. Desde la sociedad se viene forjando desde años atrás, una masa crítica que impugna con sus protestas y manifestaciones, las indignas perpetraciones de nuestros politiqueros corruptos, algo que merece concitar en los dominicanos un halo de esperanza política que bien encaminada y apoyada por nuestros sectores mas conscientes, puede en un futuro no muy lejano desatar la fuerza política y social capaz de barrer de una vez y por todas, a la podrida, corrupta, inepta y caduca, clase política tradicional, traidora de los ideas y proyectos políticos más nobles incubados en nuestro país en su historia.
La historia de la humanidad está preñada de hechos relevantes que aleccionan y levantan, con su energía, la consciencia de los pueblos; esto aun en los momentos de aparente ausencia de alternativas que conduzcan a un nuevo amanecer político. Tenemos la oportunidad única como dominicanos de levantar vuelo, rechazando ese proyecto político pérfido que viene desde la traición a los padres fundadores y que ha derrotado, cuantos intentos por restablecer la gloria patria se han hecho en el país en toda su historia. Es nuestro deber como ciudadanos preocupados con un mejor porvenir, derrotar a la partidocracia y a las añejas agrupaciones partidarias que se alimentan de la carroña nacional en que han convertido, la esperanza y el porvenir de nuestra nación.